¿QUÉ ES LA SUERTE?
La contribución particular del taoísmo a la
creación del temperamento ocioso reside en el reconocimiento de que no existen
cosas tales como la suerte y la adversidad. La enseñanza taoísta por excelencia
es la de acentuar el ser sobre el hacer, el carácter sobre los logros, y la calma
sobre la acción. Pero la calma interna sólo es posible cuando el hombre no está
perturbado por las vicisitudes de la fortuna. El gran filósofo taoísta Liehtsé
nos dio la famosa
parábola del Anciano del Fuerte:
Un Anciano vivía con su Hijo en un fuerte
abandonado sobre la cumbre de una colina, y un día perdió un caballo. Los
vecinos llegaron a expresar su pesar por este infortunio, y el Anciano
preguntó:
—¿Cómo sabéis que es mala suerte?
Pocos días más tarde volvió su caballo con una
cantidad de caballos salvajes, y esta vez vinieron sus vecinos a felicitarle
por esta muestra de fortuna, y el Anciano respondió:
—¿Cómo sabéis que es buena suerte?
Con tantos caballos a su alcance, el Hijo empezó
a cabalgar en ellos, y un día se fracturó una pierna. Otra vez llegaron los
vecinos a expresar sus condolencias y el Anciano respondió:
—¿Cómo sabéis que es mala suerte?
Al año siguiente hubo una guerra, y porque el
Hijo del Anciano estaba lisiado no tuvo que ir al frente.
Evidentemente esta clase de filosofía permite al
hombre soportar unos cuantos golpes duros en la vida, con la creencia de que no
hay golpes duros sin sus ventajas. Como las medallas, tienen reverso. La
posibilidad de la calma, el poco gusto por la acción y el movimiento por sí
mismo, y el desprecio del buen éxito y de las realizaciones se hacen posibles
con esta especie de filosofía, una filosofía que dice: Nada importa a un hombre
que dice que nada importa. El deseo de un triunfo muere a manos de la corazonada
de que el deseo de triunfo significa casi lo mismo que el temor del fracaso.
Cuantos más triunfos ha conseguido un hombre, tanto más teme su caída. Las
ilusorias recompensas de la fama se ven puestas frente a las tremendas ventajas
de la oscuridad. Desde el punto de vista taoísta, un hombre educado es el que
cree que no ha triunfado cuando ha triunfado, pero no está tan seguro de haber
fracasado cuando fracasa, en tanto que la marca del hombre semieducado es su
presunción de que sus triunfos y fracasos externos son absolutos y reales.
Por ende, la distinción entre budismo y taoísmo
es ésta: la meta del budista es que no va a necesitar nada, en tanto que la
meta del taoísta es que no va a ser necesitado para nada.
Sólo quien no es necesitado por el público puede
ser un individuo despreocupado, y sólo quien es un individuo despreocupado
puede considerarse un ser humano feliz. Con este espíritu, Tschuangtsé, el más
grande y mejor dotado entre los filósofos taoístas, nos advierte continuamente
que no seamos demasiado prominentes, demasiado útiles y demasiado serviciales.
Cuando engordan demasiado, se mata a los cerdos y se les ofrenda en el altar
del sacrificio, y los pájaros hermosos son los primeros que mata el cazador,
por su bello plumaje.
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